
Por Mónica G. Abraham.
«Calladita te ves más bonita» me decía mi abuelita y «cierra las piernas que pareces mamarracho«, «No grites al hablar, derechita como buena señorita» repetía una y otra vez mientras me enseñaba a utilizar los cubiertos y a tomar la taza de té levantando el dedo meñique. Nunca supe lo que era un mamarracho, pero las frases de mi abuela materna quien fue educada en la vieja escuela y quien creció en un México dominado por ideas machistas, moldearon en mí a una niña que luchaba por ser femenina y que a veces se sobre exigía en un mundo de hombres, cosa que aún en ocasiones me genera mucho estrés.
La realidad es que a la fecha la cosa no ha cambiado mucho, pues a la mujer se le sigue exigiendo cumplir con todos los roles socialmente impuestos y hacerlo a la perfección, principalmente desde una cultura como la mexicana.
Aunque también mucha culpa de esto la tienen la publicidad en medios de comunicación y claro ¡Las benditas redes sociales! que pese a manejar un discurso muy «progre», en realidad sigue imperando esa idea de que la mujer debe ser perfecta en todo.
¿Te quieres casar? ¿Quieres conseguir un buen prospecto de marido? Entonces debes ser hermosa, alta, 90-60-90, para que tu marido te pueda presumir como trofeo, siempre bien arreglada (que no te vea en chanclas), come discretamente, ríe discretamente y no lo interrumpas mientras él te cuenta lo exitoso que es. No quieras trabajar y si lo haces, olvídate de destacar por encima de lo que él hace, no tengas más títulos que él, cocínale rico, hazle masajito en los pies aunque le huelan a queso gruyere, deja súper limpias las camisas blancas que te dejó todas manchadas de los puños y el cuello.
¿Quieres ser mamá? Debes levantarte en la madrugada todas las veces que el bebé llore mientras tu marido ronca de lo lindo, procurar a tus hijos, alimentarlos sanamente, llevarlos al médico, cuidarlos cuando se enferman, lavar la ropa y mantener hijos, casa y marido impecables, asistir a todas las reuniones del colegio y si trabajas ¡Pobrecita! Te toca doble o triple jornada con los hijos y la casa ¡Uy, se me olvidó ir al supermercado!
También debes ser buena hija, amiga, empleada y compaginar todos esos roles con la imagen que manejas en tus redes sociales. Que ni se te ocurra decir una palabrota o exhibirte en tus fotos con escote o traje de baño ¡Ay de ti si te pones minifalda! porque de «piru» no te bajan ¿Cómo crees si tienes hijos? O si ya pasas de los cuarenta te llaman ridícula por vestirte así (O sea que a mis 50 debería usar un costal de papas aunque tenga un cuerpo firme)
No debes opinar de política porque no sabes, ni opinar de casi nada porque «la mujer es un animal de cabellos largos e ideas cortas» según un tal Shopenhauer ¿Y sabes qué provoca todo esto? ¡Mucho, pero mucho estrés! Porque amiga querida, terminas agotada, anulada y olvidada hasta por ti misma, como aquella canción infantil de la muñeca fea que terminó botada en un rincón.
Ya basta de comparar tu cuerpo hermoso con el de la modelo que anuncia lencería y no digo con esto que descuides tu alimentación y tu actividad física, pero no lo hagas por cumplir las expectativas de nadie sino por salud y amor propios. Así pues, quédate con el cuerpo con el que te sientas bien.
Ya basta de ser la madre perfecta, no te compares con las súper mamás que tienen 20 sirvientas, chofer y siempre lucen como en las revistas. No digo con esto que descuides a tus hijos, sino que compartas los cuidados con tu pareja o que solicites ayuda de amigos y familiares en caso de ser mamá soltera. Necesitas atenderte primero tú, para poder atender a otros. El día de mañana los hijos crecen, se van y te quedas sola, enferma, deprimida y descuidada ¡Y no señora! ¡Que tú eres una reina!
Ya basta de ser la esposa modelo. Si alguien te ama, se supone que se enamoró de algo más que un físico. El cuidado y la atención debe ser mutuo, pues la relación es de dos y las actividades de casa se deben compartir, principalmente si ambos trabajan.
Nunca le vas a dar gusto a nadie y si se trata de dar gustos, bríndatelo a ti misma, consiéntete y apapáchate. Viste las prendas que te hagan sentirte bien contigo, no las que te sugiere la suegra, el marido, los hijos o las amigas, mucho menos un extraño en redes sociales.
Habla como tú te expresas y no como los demás quieren. Tu forma de hablar define tu personalidad. Los otros no están viviendo tu vida.
La presión social agota física, emocional y mentalmente y no queremos que termines en el manicomio, amiga. Aprende a poner límites, tu vida es tuya, repite esto todas las veces que lo necesites como un mantra y a quien necesites dejárselo claro, también. Mejor que digan que eres la bruja malvada a la Blanca Nieves victimizada que atiende a siete varones.
Si te has sentido así y no ves escapatoria en ese intento de ser perfecta o no te percibes como lo suficientemente fuerte para poner límites a tus verdugos, solicita ayuda profesional; las terapeutas de psicoexpresarte siempre tienen una opción para ti. Ya lo sabes: ¡A brillar, hermosa!
Fuentes de documentación:
López Juárez, Anabel, Universidad de Murcia, España, «La presión social que reciben las mujeres en diferentes ámbitos y contextos mediante plataformas virtuales» en La Acción Social. Revista de Política Social y Servicios Sociales ISSNN 2341-45 29 / https://digitum.um.es
Guzmán Acuña, Josefina y Karla Isabel Salazar Rocha, Universidad Autónoma de Tamaulipas, México, «Presión sociocultural hacia la imagen corporal de la mujer y como afecta en el desempeño académico» Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades SOCIOTAM. Vol. XXVI, N.2 (2016) p.p. 11-41/ https://sociotam.uat.edu.mx
Quintana López, Rocío, Universidad de Colima, México «La presión social hacia mujeres que desafían el paradigma Mujer igual a madre» http://bvirtual.ucol.mx7548_presion_socialPDF
Consultados el 13 de junio de 2024