Tengo una hija con problemas alimentarios ¿ Cómo le ayudo?.

Por Mónica Abraham.

Si hay algo que nos preocupa a quienes somos mamás, es el estado de salud de nuestros hijos; pero tratándose de las hijas, el asunto más recurrente es el de la alimentación, que suele ser motivo de discusiones principalmente cuando están en la adolescencia o preadolescencia.



Por eso es que si ya caíste en la cuenta de que tu hija tiene un trastorno alimentario (o ya fue diagnosticada por algún especialista de la salud), va a requerir muchísimo apoyo de tu parte, ya que en esta etapa eres un pilar fundamental en su vida. No se vale dejarle todo al médico.



Seguramente ya te habrás informado y quizás te haya llegado el chisme (por las amigas, la familia o por las redes sociales) de que la responsabilidad detrás del desorden alimentario de la hija se encuentra en la figura materna, pero ¿Qué tanto hay de cierto en ello?



Les contaré una anécdota personal de cuando yo tenía unos nueve años y comenzaba a presentar síntomas de pubertad temprana. A esa edad yo era una niña “llenita” sin llegar a ser obesa, pero mi mamá, quién siempre había batallado con problemas de sobre peso, consideraba que yo estaba demasiado gruesa de carnes y constantemente me hacía comentarios de “No comas tanto pan y no tomes de esa leche bronca que tiene mucha grasa”; “Ya estás muy gorda, te voy a poner a dieta” y ¿Qué creen? ¡Pues que me puso a dieta! Y yo sufría mucho, hasta que mis abuelitos paternos se dieron cuenta un buen día, en que me estaba zampando una pieza enorme de pan dulce con mi buen tazón de leche entera, llena de nata y cremosa, muy cremosa. Mi mamá casi se infarta porque mis abuelos me consentían y ¡Zaz! Que les reclama y les dice: “¿Pues que no ven que Mónica ya está muy gorda y que por eso la puse a dieta?” A lo que mi abuelita respondió: “¡Estás loca! ¿Cómo vas a poner a dieta a la niña que está en etapa de crecimiento?” seguida de la respuesta de mi abuelo quien era más mordaz: “¡A mi niña no me la pongas a dieta que ella está chiquita! ¡Ponte a dieta tú, que buena falta te hace!, mejor inscríbela en algún deporte”. Y así fue como junto con mi hermano y mis primos nos anotaron en clases de Tae Kwon Do y en 6 meses yo ya estaba como varita de nardo y sin dieta.



Según algunos especialistas como Liliana Mato, la relación madre-hija es un vínculo que puede llegar a ser de mucha dependencia y cuando llega la pubertad se pone difícil por varias circunstancias, como las siguientes:

  1. Control de la madre sobre la forma de alimentarse que tiene la hija por sobre protección. Las madres muy controladoras pueden generar muchos problemas psicológicos en las hijas, por lo que siempre es importante que les des su espacio y que aprendas a confiar en ellos pues esto les da seguridad, principalmente cuando son adolescentes
  2. Críticas al peso e imagen corporal de la madre a la hija, por transferencia de su propia imagen a la de su retoño (Percepción negativa a manera de reflejo de su propia imagen proyectada en la hija)
  3. Trastorno alimentario en la madre que reproduce en la propia hija
  4. Críticas de la madre a la imagen corporal de la hija, a partir de la presión social y de comparación en redes sociales con la imagen de otras adolescentes o de fotos de hijas de sus amigas
  5. Desorganización desde la madre en los horarios de alimentación de la familia
  6. Relación madre-hija de mucha dependencia con dificultad en el proceso de separación e individuación en la pubertad, etapa en la que justamente la hija necesita movimientos de autonomía y autoafirmación. Es decir, la madre no puede reconocer a la hija como algo separado de ella con sus propias necesidades, como el personaje de “Nina” y la relación con su mamá, en la película “El Cisne Negro” de Darren Aronofsky (Véanla para que les quede más claro)



    En pocas palabras, en ocasiones pudiera haber una relación entre el trastorno alimentario y el vínculo madre-hija, por lo que debes hacer un ejercicio de autoconsciencia para entender hasta donde el origen del problema de tu hija pudiera estar en ti.



    También te estarás preguntando si además de reconocer que quizás tú has contribuido al problema, ¿de qué otra manera puedes apoyar a tu hija o cómo deberías reaccionar? Te dejo algunos tips:

  7. Genera consciencia de la dimensión del problema. De nada vale auto culparse o angustiarse pues eso lo va a percibir ella y puede agravar el asunto
  8. Habla con tu hija con empatía y sin generarle tampoco culpas
  9. Ayúdale a comprender lo que está haciendo con su cuerpo y que merece cuidarse, pues ella es hermosa como es
  10. Escúchala también sin juzgarla y tratando de comprenderla para saber qué es lo que la lleva a comportarse así.
  11. Evita discusiones o comentarios sobre comida, peso, salud y aspecto físico y no negocies las pautas dadas por los terapeutas
  12. Crea un ambiente agradable durante y después de las comidas para que inconscientemente asocie bienestar con comer bien. Procura dar un orden a los horarios en los que se come.
  13. Propicia y apoya que se rodeé de amistades positivas que la amen y le ayuden desinteresadamente creando su propia red de apoyo.
  14. Ten paciencia: los trastornos alimentarios tienen altas y bajas. Tu hija puede querer cambiar, pero no son procesos fáciles y requieren su tiempo y mucho amor de tu parte.



    Por último y como conclusión, busca ayuda profesional para ambas. No sólo porque pudieras tú misma ser parte del problema como ya lo vimos líneas arriba, sino porque eres el apoyo más importante en su proceso de recuperación. Recuerda que no estás sola y que nuestras psicoterapeutas de Psicoexpresarte siempre tienen una opción de acompañamiento para ti y para tu hija. Y como siempre digo: “¡A brillar, bonita!”



    Fuentes de información:



    https://www.centrotiban.es/estudio-relacion-madres-e-hijas-con-trastornos-alimentarios/


    https://aapipna.es/Revista-3/Articulo-Liliana-Mato.pdf


    https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0370-41062014000600012